Un legado histórico

En el corazón de Maipú, dos historias se entrelazan: la de un vino legendario y la de un símbolo que representa la fuerza y el espíritu de la región.

En 1896, el destino unió a dos hombres: Bautista Gerónimo Gargantini, un suizo visionario, y Juan Giol, un italiano emprendedor. Juntos, se embarcaron en una aventura que cambiaría el paisaje vitivinícola argentino. En las tierras fértiles de Maipú, construyeron una bodega donde nació un vino que se convertiría en un icono: el «Toro».

En aquel entonces, la sociedad Giol-Gargantini, propietaria de la bodega «La Colina de Oro», encargó al artista mendocino Chipo Céspedes la creación de una escultura de un toro para representar a la empresa. La obra, conocida como el «Toro de Giol». Así fue que la figura se convirtió en un ícono de la bodega y de la región.

Más que una simple bebida, el «Toro» se convirtió en un símbolo de la cultura argentina. Su sabor fuerte y característico conquistó los paladares del país, y su nombre se grabó en la memoria colectiva.

Pero el toro no solo está presente en el vino de Giol y Gargantini. Es una figura omnipresente en Maipú, representando las tradiciones ancestrales, el trabajo arduo de los viñedos y la valentía de los gauchos. Majestuoso, símbolo de fuerza y poder, su presencia en Maipú nos recuerda la importancia de la tierra, la pasión por el trabajo y la herencia cultural que nos define.