El aceto balsámico, originario de la región de Módena en Italia, es mucho más que un simple condimento. Se trata de un producto artesanal, elaborado a partir de la reducción del mosto de uva y añejado durante años en barricas de distintas maderas, lo que le otorga su complejidad de aromas y sabores. Sin conservantes ni vencimiento, el aceto gana calidad con el paso del tiempo, al igual que los vinos de guarda.
En Maipú, esta tradición encontró tierra fértil gracias al trabajo visionario del enólogo Gabriel Guardia, quien introdujo el método tradicional italiano primero en Olivícola Laur y luego en su propia acetaia: Corazón del Lunlunta. Hoy, el departamento cuenta con las únicas dos acetaias del país que siguen el proceso ancestral de Módena, convirtiendo a Maipú en un enclave único en Latinoamérica.
Esta herencia no es casual. Maipú ha sido históricamente un lugar de arraigo para las comunidades inmigrantes, especialmente italianas y españolas, que trajeron consigo saberes, recetas y una pasión por los productos nobles de la tierra. Así como sucedió con el Malbec o el aceite de oliva, hoy el aceto balsámico se suma como otro emblema de esa cultura del cuidado, del tiempo y de la excelencia.
Con esta declaración, Maipú no solo honra su historia, sino que apuesta al futuro: capacitaciones para nuevos productores, ferias gastronómicas, degustaciones y circuitos turísticos temáticos comienzan a consolidar una nueva identidad, donde la cultura y el turismo van de la mano.
Maipú no solo se bebe y se camina. Ahora también se saborea en cada gota de aceto balsámico.
Una experiencia para los sentidos, y una oportunidad para seguir descubriendo los sabores que hacen historia.